Realizar alguna actividad deportiva o cuidar la alimentación suele relacionarse con tener buena salud. Sin embargo, la salud emocional, es decir, el estado de las emociones y de los pensamientos, también cuenta a la hora de lograr una vida saludable.
¿Qué entendemos por bienestar físico y emocional?
Una creencia común sobre “tener buena salud” se relaciona con la ausencia de enfermedades. Es decir, asociamos estar sanos a no tener ninguna dolencia notoria.
Por ejemplo, si una persona tiene un resfrío y presenta síntomas como tos, mucosidad o fiebre, decimos que está enfermo. Pero lo cierto es que la salud es un concepto mucho más complejo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es un “completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Por esto, la percepción que tienen las personas sobre su calidad de vida está relacionada con su salud en un sentido muy amplio: su estado físico y psicológico, pero también sus relaciones sociales y su nivel de independencia.
¿En qué consiste el bienestar emocional?
Cuando logramos un equilibrio adecuado de nuestras emociones y podemos llevar una vida con buen ánimo, hemos conseguido bienestar emocional.
Entendemos el bienestar emocional como las emociones positivas que nos capacitan para enfrentar situaciones o que nos ayudan a adaptarnos a los distintos contextos.
Algunas guías para evaluar el bienestar emocional incluyen:
- Sentimientos de satisfacción a nivel personal y colectivo.
- El concepto que se tiene de sí mismo/a a partir de sentimientos de seguridad y capacidad.
- La ausencia de estrés, ansiedad o depresión.
- La motivación.
- El buen humor.
Las situaciones y experiencias que tenemos durante el día son capaces de producir distintos efectos en nosotros: pueden alegrarnos, motivarnos, entristecernos, frustrarnos, etc. Algunas de ellas incluso pueden desestabilizarnos más de la cuenta.
Es por esto que un equilibrio de nuestras emociones nos ayudarán a afrontar de mejor manera el día a día.
¿Y el bienestar físico?
Este tipo de bienestar tiene que ver con el cuerpo y con las formas en las que este responde a los distintos desafíos de la vida diaria. Cuando nuestro cuerpo funciona de manera correcta y poseemos una capacidad física apropiada para realizar distintas actividades, tenemos bienestar físico.
Por supuesto, siempre hay que tener en cuenta las limitaciones y/o particularidades del mismo cuerpo.
Algunas guías para atender el bienestar físico son:
- La atención sanitaria preventiva.
- Las consultas médicas y hospitalarias.
- El dolor y la medicación, si estos nos ayudan a llevar nuestras actividades diarias.
Señales de alerta
Cuando algo no anda bien con nuestro cuerpo o nuestro ánimo, se nota. Por eso, es importante estar alerta a las señales que nos indican qué tipo de problema de salud puede estar revelándose.
Presta atención a tu familiar con discapacidad intelectual si presenta cualquiera de los siguientes síntomas:
- Cambios en la alimentación o en el sueño.
- Se aísla de las personas que lo rodean.
- No quiere realizar actividades que suele disfrutar.
- Tiene poca o nada de energía.
- Se siente vacío/a o como si nada importara.
- Tiene dolores o molestias.
- Se siente sin esperanzas.
- Tiene adicción al cigarrillo, alcohol o drogas.
- Se siente confundido/a, olvidadizo/a, enojado/a o asustado/a.
- Tiene cambios de humor severos.
- Piensa en lastimarse a sí mismo/a o a otros.
- No puede realizar tareas diarias como ir al trabajo.
- Tiene pensamientos obsesivos que no puede sacar de su cabeza.
Pasos para promover el autocuidado de nuestro familiar con discapacidad intelectual
1. Conversa con él o ella y permítele expresar sus preocupaciones o malestares emocionales. Para esto:
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- Escucha atentamente y sin juzgar lo que tenga que decir.
- Mantén tu mente abierta.
- Señala y pregunta por la emoción que presenta. Por ejemplo: “Me parece que estás enojado/a, ¿te pasa algo?”
- Ayúdalo/a a identificar la emoción que siente.
- Sin invadirlo/a, intenta profundizar en la situación que le generó ese malestar.
- Pregunta en qué parte del cuerpo siente la molestia. Por ejemplo: si es un dolor en el estómago, contracción muscular, dolor en el pecho, en la cabeza, etc.
- Pregunta qué reacción genera esa emoción. Por ejemplo: llorar, gritar, golpear, etc.
- Valida su emoción: todas las emociones son importantes y si las niegas, cierras la posibilidad de que pueda comunicártelas en el futuro.
- Ofrece tu ayuda. Por ejemplo: “¿Necesitas ayuda?” o “¿Cómo puedo ayudarte?”.
- Muéstrale que como padre, madre o familiar, también eres vulnerable y que no tienes todas las respuestas.
2. Háblale de tus propias emociones cuando es posible hacerlo. Para tu familiar con discapacidad intelectual es útil poder observar y contrastar la forma en la que su ser querido regula sus emociones, y es una muy buena instancia para aprender.
3. Ayúdalo/a a implementar nuevos hábitos de alimentación saludable o rutinas de ejercicio.
4. Inclúyelo/a en las decisiones relacionadas con su salud. Por ejemplo: asistir a una cita médica o a terapia psicológica, ir a hacerse exámenes, etc.
5. Promueve el uso de una carpeta que guarde información relevante para su salud, como exámenes médicos, recetas de medicamentos, etc.
6. Anímalo/a a que use una agenda donde anotar las fechas de sus controles médicos.
7. Fomenta que se prepare antes de una visita al médico, anotando preguntas que quiera aclarar.
8. Inclúyelo/a en la conversación con el médico durante la visita y asegúrate de que entiende las indicaciones que se le dan. Si lo necesita, que tome notas para poder recurrir a ellas cuando lo necesite.
9. Involúcralo/a en el uso de sus medicamentos. Enséñale cosas fundamentales como:
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- ¿Para qué sirven?
- ¿Por qué es importante tomarlos a una cierta hora y no suspenderlos?
- ¿Cuáles son sus efectos secundarios?
- Que es necesario informar si se siente extraño al tomarlos.
- Que puede asumir independientemente el uso de sus medicamentos si se organiza. Por ejemplo: haciendo un horario, usando pastilleros, usando alarmas o recordatorios, etc.
Ten en cuenta que la familia es el mayor grupo de referencia para todos. En el núcleo familiar es donde tenemos la oportunidad de aprender a tener buenas prácticas de salud física y emocional.
Por esto, la familia constituye un apoyo central para lograr una mejor calidad de vida.