Entendemos la autonomía como la competencia que tienen todas las personas de ejercer su voluntad tanto en las acciones que desee realizar como en la toma de decisiones cotidianas.
Cada persona tiene su propio ritmo y forma de aprender. Algunas requieren más apoyo y otras menos. Las personas con discapacidad necesitan el soporte de su familia o de las personas que ejercen labores de cuidado para desarrollar habilidades que les permitan ganar autonomía en diversos aspectos de su vida.
Para esto, es recomendable identificar las habilidades y fortalezas del familiar con discapacidad y utilizarlas de punto de partida para apoyar sus procesos de autonomía.
En este sentido, una técnica recomendada a utilizar es el modelaje de la conducta. Esta consiste en mostrar una acción particular y enseñarla a través de un paso a paso, repitiéndola y acompañando a la persona en su realización durante varios ciclos. Con el tiempo, es posible lograr que la acción se convierta en un hábito.
El uso de refuerzos positivos cada vez que se ponen en práctica los resultados del aprendizaje adquirido es una buena forma de fomentar la independencia de un/a familiar con discapacidad intelectual, es decir, señalando y reconociendo cuando su acción o tarea está bien hecha.
El apoyo debe ser constante y repetitivo: ayudar a un/a familiar con discapacidad intelectual requiere dedicación y confianza para que su desarrollo autónomo se vea potenciado en todo momento. Algunas recomendaciones para tener en cuenta a la hora de entregar herramientas a una persona con discapacidad que está trabajando en su autonomía:
• Establecer rutinas: estas permiten estructurar el tiempo de las personas con discapacidad, permitiéndoles elegir actividades que sean de su interés, como también cumplir con sus deberes dentro del hogar.
• Promover la participación en responsabilidades del hogar: entregar tareas y distintas actividades que sean parte del quehacer de la casa, aumentando de manera progresiva el nivel de responsabilidad.
• Favorecer el conocimiento del entorno: mostrar la ubicación de lugares del barrio como tiendas, parques, plazas y otros espacios de uso público. Esto le permitirá a nuestro/a familiar fomentar su participación social y comunitaria.
• Ofrecer nuevas experiencias: en especial aquellas que puedan involucrar sus propios intereses y preferencias.
• Generar espacios de ocio: sobre todo en lugares donde nuestro familiar pueda desarrollar habilidades sociales y disfrutar de actividades de su gusto.
• Superar actitudes de sobreprotección: se debe permitir que las personas con discapacidad intelectual o del neurodesarrollo puedan tomar decisiones, equivocarse y experimentar aquellas consecuencias, ya sean positivas o negativas.
• Alentar la persecución de metas: apoyar, ayudar y facilitar distintas perspectivas para que nuestro familiar pueda fijar objetivos o sueños personales, impulsando su autonomía como un camino para conseguirlas.
Todas estas acciones se pueden adaptar a las distintas necesidades de las personas con discapacidad. Sin embargo, ejecutarlas irán en directo beneficio de nuestro/a familiar y así apoyarán su proceso hacia una vida autónoma.