Adriana Cancino, constituyente: “Estamos muy lejos de poder reconocer que una persona con discapacidad no está enferma”

Conversamos con Adriana Cancino, quien impulsó la creación y adhesión transversal al ahora artículo 28, dedicado integralmente a los derechos de las personas con discapacidad.
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Escrito por Samuel Fuentes
Actualizado el 20 de octubre, 2022.
Tiempo de lectura: 5 minutos

En el borrador final de la Constitución, redactado por 154 personas dentro de la primera Convención Constituyente paritaria del mundo, se encuentra un artículo que no había sido abordado antes en el país: los derechos de las personas con discapacidad. Conversamos con Adriana Cancino, quien impulsó la creación y adhesión transversal al ahora artículo 28, […]

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En el borrador final de la Constitución, redactado por 154 personas dentro de la primera Convención Constituyente paritaria del mundo, se encuentra un artículo que no había sido abordado antes en el país: los derechos de las personas con discapacidad.

Conversamos con Adriana Cancino, quien impulsó la creación y adhesión transversal al ahora artículo 28, dedicado integralmente a este tema. Además, es la única persona con discapacidad múltiple dentro del grupo que redacta aquel texto, tanto por su hipoacusia como por problemas de movilidad desprendidos del cáncer que actualmente enfrenta.

Pensar en la protección especial de este grupo no viene solo por su condición de vulnerabilidad, considerando que cerca de la mitad de las personas con discapacidad se encuentran en los dos quintiles de menores ingresos, sino que también por el gran número de personas que lo componen, llegando a un 20% de la población total de Chile.

“Es maravilloso, hasta hace un tiempo atrás en Chile estábamos a años luz de conseguir estas cosas”, dice la profesora de 59 años, quien inicialmente recordó su infancia en la ruralidad del sur de Chile. Allí se encontró tempranamente con la discapacidad, pero con una visión completamente diferente a la actual.

“No era un monstruo”

Rememorando aquellos tiempos, Cancino relató que una de las primeras experiencias que recuerda fue con una joven de su zona, escondida por su familia, hecho que dio paso a comentarios como “monstruo” por parte de sus vecinas y vecinos: “Nos dimos cuenta que había una niña con discapacidad que estaba amarrada a una silla. Logramos comprobar que era una persona, no era un monstruo ni nada fuera de lo normal, solo una niña, una joven, amarrada a una silla. Y una silla normal, ni siquiera a una silla de ruedas. Ella emitía puros sonidos, no hablaba”.

“Yo no vivía la discapacidad en ese tiempo. Ahora se le llama bullying, pero ha existido desde siempre: la burla, el avergonzarnos de la gente que nos rodea que tiene una condición distinta. Si bien no es tan cruel como antes, sigue siendo cruel”, recuerda.

Ese comportamiento sigue presente en el ámbito laboral. En la zona existe una gran cantidad de empresas, pero suelen destinar los puestos de personas con discapacidad a labores que no siempre son apropiadas. Sobre aquello, comenta que «cuando llega una persona con discapacidad le dan (trabajo en) bodega, pero si esa persona usa dos bastones, ¿cómo va a poder hacer eso? ¿cómo va a poder hacer aseo?».

Incluso con títulos esta situación no mejora mucho. Dentro del grupo que tiene en la zona, la Agrupación de Discapacidad de Nancagua que ya cuenta con más de 50 personas, hay casos de estudios superiores en puestos donde no se requieren grandes ajustes razonables. A pesar de ello, difícilmente llegan a ocupar aquellas posiciones.

Uno de ellos es ingeniero en computación, pero no ha sido suficiente. Ahora quiere sumar estudios en administración de empresas «para ver si tiene la posibilidad de ingresar al mundo laboral», pero no es fácil. Dentro de las personas con discapacidad, solo un 23,4% cuenta con su educación media completa y menos de un 10% llega y termina la educación superior, según datos entregados por la Encuesta Nacional de Discapacidad del 2015.

“Los estudiantes me están esperando para volver”

Si la vida de las y los niños con discapacidad en las zonas urbanas ya es complicada, en la ruralidad lo es todavía más. La falta de equipamiento y profesionales muchas veces hacen que algunas y algunos estudiantes se queden rezagados. Pero ella quiso probar algo distinto en su colegio.

«La ley no ayuda mucho, tanto a los (estudiantes) permanentes como los transitorios. Son cinco cupos, imagina en una comuna donde hay muchos más. Se les priva de educación, no todos los colegios tienen equipos multidisciplinarios. A veces los profesores no estamos capacitados«, asegura.

De todas formas, Cancino apeló a la «sensibilidad» que dice encontrar en niñas y niños para hacer cambios. Junto con el trabajo en los colegios, desarrolló material para que las familias aportaran en sus hogares y otras instancias que permitieran también generar socialización entre las y los distintos alumnos.

Dentro de esa búsqueda autodidacta, llegó a varios ejercicios que tuvieron muy buenos resultados. Uno era partir trabajos con papeles lustre. Al elegir sus colores favoritos, notó que había mejorado el rendimiento. Lo mismo con iniciativas para fomentar la lectura, como la creación de un álbum con láminas, un sistema de audiolibros y lectores de e-books. Incluso ideó un «recreo karaoke», con el que mejoraba la rapidez lectora de las niñas y niños junto a canciones acordes a sus diferentes habilidades.

Las acciones antes nombradas nacieron en un momento complicado para Adriana. Ya con discapacidad, sufrió discriminación por parte de sus jefes, incluso sacándola del trabajo en sala para destinarla a la biblioteca. Si bien desde ahí logró fomentar el consumo lector, se sintió «limitada»: “No me sentí menos, iba a tener pequeños momentos con los estudiantes en los recreos o fuera de horario, pero iba a ser mucho menor el trato en una biblioteca que era fría, tuve que adaptarla para llamar la atención de los estudiantes y profesores”.

Eso sí, comenta que no alcanzó a implementar todas las ideas que tenía en mente, pero que volverá ahí una vez termine su trabajo en la Convención Constituyente: «Los estudiantes me están esperando para volver al proyecto y motivar la lectura, que ellos sean los propios autores de sus conocimientos y mejorar el vocabulario. Al ampliar el vocabulario se adquiere la personalidad”.

Falta de oportunidades, la mayor barrera

Las mejoras en la accesibilidad son algo que cada día va avanzando, pero no así las oportunidades. Dentro de los innumerables casos que ha conocido, se encuentra el de una joven que recién ingresó a primero básico a los 16 años y otra que fue abandonada por su madre al no contar con las herramientas para enfrentar su discapacidad. Es decir, las oportunidades se vieron limitadas mucho antes de siquiera pensar en el mundo laboral.

Incluso esto se reflejó en temas de salud durante la pandemia: «Muchas personas se quedaron sin atención. Muchos murieron, porque nadie los entendía. No había nadie en el personal de salud que pudiera interpretar lo que ellos sentían».

Todavía falta sensibilización en el país. Estamos muy lejos de poder reconocer que una persona con discapacidad no está enferma, sino que nació con una condición diferente, pero que puede ser un gran aporte en la localidad donde viva y en el país”, asegura la profesora.

Para ella, la posibilidad de trabajar es el último paso después de generar muchas herramientas y alcanzar metas. Si no hay familia, educación ni servicios estatales que puedan ayudar a crearlas y fortalecerlas, encontrar empleo solo terminará siendo un sueño.

“Había tantas necesidades y derechos sociales que no sabíamos por dónde empezar»

Adriana fue la impulsora del artículo 6°, dedicado específicamente a los derechos de las personas con discapacidad, pero que «abarca todos sus ámbitos, no solo por un tipo».

Según explica, la presencia de esto en la Constitución haría que el «Estado ya no sea asistencialista con nosotros, sino que sea garante de estos derechos, que nos proporcione una vida digna, una vida más amigable y poder insertarnos en la sociedad como legítimo otro, no como el enfermito».

Junto a los derechos del grupo al que pertenece, Cancino nombra un factor muy importante al señalar que no solo existen estos dirigidos exclusivamente a las personas con discapacidad, sino que también para los y las cuidadoras, quienes también están considerados y consideradas en la carta magna.

Según el borrador, los cuidados no remunerados se reconocerían como «trabajos socialmente necesarios e indispensables para la sostenibilidad de la vida y el desarrollo de la sociedad». Esto quiere decir que el Estado debe garantizar los medios para que este cuidado sea digno, algo que aliviaría a muchas familias y grupos que cuentan con integrantes con discapacidad.

La convencional está consciente de que otras constituciones incluyen derechos más específicos para este grupo, como en lo relacionado al trabajo o exenciones tributarias, pero «fue tan poco el tiempo de armar este tremendo texto. Había tantas necesidades y derechos sociales que no sabíamos por dónde empezar».

De todas formas, y en comparación con la que actualmente nos rige, asegura que este texto «quedará abierto por si hay alguna organización que desee incluir otra cosa que como constituyentes no alcanzamos, pero sí se le pueden hacer mejoras».

Pero antes de este texto ya existían dos normas que buscan integrar a las personas con discapacidad al mundo laboral: la Ley 21.015 y 21.275. Para ella, esto nace como la necesidad de que «se les reconozca como un legítimo otro, tan valioso como alguien que no vive la discapacidad. A veces hasta se desarrolla más la inteligencia entre quienes la viven, se ve el mundo distinto, con una sensibilidad diferente».

De aprobarse el texto, Cancino comenta que «nunca más vamos a tener que postular como si fuera una rifa, ver si me gano el premio o no. Va a ser algo distinto, se nos van a dar los recursos. No será de aquí a fin de año, pero paulatinamente va a ir mejorando. Ya no vamos a tener asistencialismo, no vamos a tener que hacer bingos«.

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